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El dolor y la desesperanza inundan las calles de Santo Domingo tras el accidente en Jet Set

miércoles 09 de abril de 2025, 21:48h
El colapso del techo de la discoteca Jet Set en Santo Domingo ha dejado al menos 124 muertos, generando un ambiente de dolor entre familiares y rescatistas. La búsqueda de sobrevivientes continúa mientras se brinda apoyo psicológico a los afectados. La ciudad vive un día sombrío, reflejando la tragedia.

Santo Domingo .- Un profundo dolor envuelve el área de la discoteca Jet Set en Santo Domingo, un sufrimiento que comparten los familiares de las víctimas del colapso del techo ocurrido en la madrugada del martes, que ha dejado un saldo provisional de 124 muertos.

Los miembros de los servicios de emergencia trabajan arduamente para rescatar posibles sobrevivientes entre los escombros. En el perímetro del edificio, cientos de personas, incluyendo familiares de las víctimas, periodistas y voluntarios, se congregan mientras la Policía Nacional establece una barrera para permitir que bomberos y sanitarios realicen sus labores de búsqueda y desescombro.

Dos grandes grúas y maquinaria pesada dominan la escena alrededor de la conocida discoteca, que tiene capacidad para al menos mil personas; no se sabe cuántos se encontraban dentro la noche del accidente, cuando disfrutaban de una fiesta amenizada por el merenguero Rubby Pérez, también fallecido. La familia Severo Cruz aguarda noticias sobre dos sobrinas de las cuales no tienen información desde el día del incidente.

Ya les han informado, según comentan a EFE, que otro sobrino ha muerto y su cuerpo ha sido trasladado al Instituto de Patología, donde su padre espera recibirlo. "Es penoso, la tragedia es muy grande", expresan estos familiares, quienes aún mantienen algo de esperanza por encontrar a las jóvenes con vida, aunque su confianza comienza a desvanecerse. Se encuentran cerca de una carpa marrón donde se introducen los cuerpos recuperados fuera de la vista del público.

Desde allí son llevados directamente a una furgoneta del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) para su identificación y las diligencias forenses requeridas. Frente a este escenario, una madre amamanta a su bebé rodeada por decenas de personas sentadas en el césped que divide la calle Independencia en dos, muchas esperando noticias.

También Odalís Pérez anhela información sobre el hijo de su esposo ("para mí es mi hijo", asegura), un trabajador de seguridad en la discoteca del que no sabe nada desde hace más de 36 horas; entre lágrimas declara: "Espero que esté bien". Dos miembros del servicio de emergencias 911 no pueden contener sus lágrimas porque "esto es muy difícil; uno se pone en el lugar de los demás", comenta una mientras su compañera expresa con impotencia: "Nuestro trabajo es intentarayudar, pero a veces la realidad es desgarradora".

La atmósfera en el lugar es densa, marcada por la tristeza y la incertidumbre, mientras los equipos de rescate continúan su labor bajo la mirada atenta de familiares y amigos que esperan noticias. La discoteca Jet Set, un lugar emblemático para el entretenimiento nocturno en Santo Domingo, se ha convertido en un símbolo de esta tragedia.

La comunidad está en estado de shock y duelo, con muchos compartiendo historias sobre las víctimas y recordando momentos felices vividos en el local. Las redes sociales se han inundado de mensajes de condolencias y solidaridad, mientras que organizaciones locales e internacionales ofrecen su apoyo a los afectados. Las autoridades han iniciado una investigación para determinar las causas del colapso del techo, y se espera que se tomen medidas para garantizar que algo así no vuelva a ocurrir.

En medio del dolor, la resiliencia de la comunidad se hace evidente; muchos se han organizado para ofrecer ayuda a los familiares de las víctimas, proporcionando alimentos, refugio y apoyo emocional.

La situación sigue siendo crítica mientras los rescatistas trabajan incansablemente, con la esperanza de encontrar sobrevivientes entre los escombros. La angustia colectiva se siente en cada rincón del área, donde el eco de risas y música ahora ha sido reemplazado por llantos y susurros de desesperación. La tragedia ha dejado una marca profunda en Santo Domingo, un recordatorio sombrío de lo frágil que puede ser la vida.

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