La
salida de Jorge Giordani del gabinete
ministerial donde era Vicepresidente de Planificación Estratégica, hubiera
pasado desapercibida, si no fuera porque decide publicar al día siguiente, en el portal revolucionario "Rebelión",
un documento titulado "Testimonio y responsabilidad ante la historia", una verdadera herejía revolucionaria, que lo
califica desde ya entre sus excamaradas
como un contrarrevolucionario, o lo que es aún peor, como un traidor. Su caso
recuerda, de alguna manera, el de Luis Miquilena, uno de los mentores de Chávez
y quien abandonó la revolución en el 2002.
Pero no fue Miquilena la primera víctima, ni tampoco será Giordani la última, que la causa
revolucionaria se lleve por delante. Y aquí los motivos, sean autocritica,
revisionismo o reformismo, nunca son justificaciones suficientes, sobre todo
cuando apuntan al líder con el dedo, como lo hizo Giordani con Maduro.
Las
revoluciones terminan comiéndose a sus hijos, anuqué algunos se suiciden primero.
Los ejemplos en esta materia son más que abundantes. Así, en la Revolución
Francesa, quizás la más conocida popularmente, la lista es inmensa: Hébert, Brissot, Danton,
Marat, Couthon y el propio Robespierre, por mencionar solo algunos de sus
"hijos" más notables. En la Rusa, Kámenev, Zinoviev, Sokólnikov, Bujarín,
Yezhov, Tujachevsky, Yagoda, y Trostky, entre muchos otros, fueron asesinados
por órdenes de Stalin, pero con la diferencia de que en la revolución
bolchevique, las purgas no solo condujeron al asesinato de miles de personas,
sino también a su destierro político y humillación pública, con cartas y
"confesiones de errores" contra la revolución que al final de nada sirvieron,
pues en muchos de esos casos, fueron igualmente ejecutados y perseguidos, y
hasta asesinados esposas e hijos.
Mucho
más nuevos, son los casos en Cuba, de Carlos Lage y de Felipe Pérez Roque
quienes se desempeñaron como vicepresidente y canciller en el 2009, cayendo en
desgracia a causa de las ambiciones de poder que, según Fidel Castro, los
condujo a desempeñar un "papel indigno". Aquí, las confesiones en
cartas públicas tampoco se hicieron esperar. Esta "ética revolucionaria" fue la
que le aplicaron antes, al General Arnaldo Ochoa, jefe de las operaciones en
Angola, el más condecorado de los oficiales y héroe de la revolución
cubana, quien en 1989 fue fusilado junto a los militares Jorge Martínez,
Antonio De La Guardia, y Amado Padrón por órdenes del régimen de Castro,
después de un Juicio público que recuerda los "Procesos de Moscú" del
estalinismo soviético, entre 1936 y 1938, con simulacros de juicios,
confesiones públicas, etc.. Ochoa fue acusado, junto a otros trece
implicados, de tráfico de cocaína, diamantes y marfil, además de
avergonzar a la revolución con actos de alta traición. Durante el juicio se le
acusó igualmente, de incumplimiento de deberes militares y pérdida de vidas en
Angola. El militar jamás admitió ser culpable de narcotráfico. Meses antes,
Ochoa había manifestado sus simpatías por Gorbachov y la apertura soviética.
Mientras
tanto, aquí en Venezuela, la revolución del "socialismo del siglo XXI", también
se ha engullido a unos cuantos de sus hijos, padres y hermanos. La lista,
durante la larga década de Chávez,
fue igualmente kilométrica, aunque no tan sangrienta, pero similarmente aleccionadora.
Al igual que en la francesa, la rusa o la cubana, también tenemos nuestros
Robespierre, Kámenev e incluso Ochoa. Muchos de quienes la apoyaron desde el principio en la Constituyente, pasando
por los que la consolidaron durante y después de los sucesos de abril 2004, con
golpes de pecho y rasgadura de vestiduras incluida, hasta los que crearon
listas indignantes o se arrodillaron frente al "patria, socialismo o muerte",
fueron más tarde o más temprano, botados de la causa revolucionaria o
hechos aun lado. No creo que haga falta nombrarlos, basta con hacer un poco de memoria.
En
la "segunda etapa de la revolución", como llaman algunos a la presidencia de
Maduro, las destituciones de Eugenia
Sader como Ministra de Salud y Desarrollo Social, imputada posteriormente por
el Ministerio Público por la presunta comisión de los delitos de peculado
doloso propio, sobregiro presupuestario y asociación para delinquir; del
Coronel Félix Osorio como Ministro de Alimentación, por "refrescamiento" del ministerio en cuestión, y de Eduardo Samán
como Director del INDEPABIS, a causa de una reestructuración del organismo, se
suman a la de Giordani. La
línea divisoria entre un cambio de funcionarios y una "purga política" radica tan
solo en la finalidad.
El presidente Nicolás Maduro, dijo que no hay excusa para "traicionar" el proyecto revolucionario que inició
su antecesor, Hugo Chávez, y criticó los "grandes egos" de algunos "compañeros", al referirse sin nómbrala
a la ya famosa carta de Giordani.
Quien traiciona a quien dentro de una revolución, es algo difícil de
determinar; ocurriendo algunas veces que los acusadores terminan siendo, al
final, los acusados.
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