La Cumbre del Clima de Lima puso en evidencia los diferentes enfoques que tienen los países ricos y los pobres para frenar el calentamiento global, y tras conseguir un acuerdo de mínimos ha dejado para resolver en París los temas más espinosos.
En los últimos días de la Cumbre, que fiel a la tradición de estas conferencias no concluyó el viernes, como estaba previsto, sino que se extendió hasta la madrugada del domingo, el optimismo de que esta vez sí se estaba más cerca de lograr avances que allanaran el camino para París se fue diluyendo ante las divergencias sobre las responsabilidades que deben asumir unos países y otros.
Finalmente, después de que varios borradores de texto no lograrán el consenso y tras horas y horas de negociaciones, se consiguió adoptar un documento que aunque fija unas líneas muy generales y sin muchas concreciones, logró que la cita de Lima no se convirtiera en un nuevo fiasco como el de Copenhague.
Y aunque nadie cuestiona que se agota el tiempo para adoptar medidas que consigan limitar el aumento de la temperatura a no más de 2 grados a finales de siglo, los caminos para conseguirlo difieren y para un grupo de países en desarrollo pasa porque la factura más grande recaiga en los países más ricos y contaminantes.