La Navidad es una época en la que las emociones se entrelazan. Por momentos, estamos felices, pero también recordamos a los que ya no están con nosotros y nos entristecemos. Hay tantas pérdidas a lo largo de este trayecto que llamamos vida. Sin embargo, como dice esta reflexión: "los idos son los que nos enseñaron a celebrar la Navidad." No nos entristezcamos. Recordemos los momentos felices vividos con ellos. Tenemos un archivo de eventos buenos y malos. Vamos a enfocarnos en lo BUENO. Agradezcamos a Dios haber llegado a estos años disfrutando de los que aún nos rodean.
Hemos sido bendecidos porque hay historias que contar, momentos para recordar y sabiduría para comunicar a nuestros descendientes. Es una época para agradecer por lo que la vida nos ha dado y para crear propósitos que mejoren nuestra estabilidad personal y familiar.
A través de los años, he aprendido que el dinero es un ingrediente valioso, pero más lo es nuestra paz, sabernos amados por los que nos rodean y saber que hemos dejado huellas a lo largo de nuestra vida que otros van a seguir. Tener la certeza de que hemos sabido modelar con nuestras actuaciones para que generaciones futuras sigan nuestro ejemplo.
La Navidad es tan hermosa que generalmente la conectamos con colores intensos: el rojo y el verde. Es un tiempo para encender nuestros corazones y pensar en los demás. Da de ti hasta que te duela. A veces, vemos personas limitadas desprendiéndose de lo poco que tienen, mientras que los millonarios dudan en desprenderse de una migaja de lo que representa su riqueza.
Ahora bien, siempre se nos recuerda que en Navidad debemos ejecutar buenas acciones, pero ¿y el resto del año? Cada vez que apoyas a una persona en situaciones adversas, es Navidad; cada vez que actúas con justicia, es Navidad; cada vez que te compadeces de un anciano y lo tratas con amor, es Navidad; cuando tu familia es tu prioridad, es Navidad. No tenemos que esperar esta temporada para actuar como el Señor nos quiere ver hacerlo. Recuerda que cuando pises el paraíso, Él no te preguntará cuántas oraciones hiciste o cuántos altares visitaste. Su pregunta será: ¿Cuántas personas apoyaste? Dios es AMOR. Recuérdalo siempre.