El artista puertorriqueño, quien no había cantado en suelo quisqueyano durante 28 años, regresó para renovar los afectos con esta patria que lo apoya desde el inicio de su carrera. Estamos seguros de que regresó a Argentina con un corazón desbordante de alegría y el deseo de volver pronto.
Del artista puertorriqueño Wilkins se tenía más referencia por su interpretación de temas que promueven la fe en Dios. Pero, cuando tuve la oportunidad de verlo por primera vez, descubrí a un ser humano que ama su carrera y que tiene un profundo respeto por los fans que ha conquistado a lo largo del tiempo.
Precisamente, su larga ausencia en territorio dominicano fue la excusa perfecta para iniciar este año 2025 con un objetivo muy específico: renovar los afectos con quienes no lo olvidan y, a la vez, conquistar a quienes saben apreciar su calidad artística e interpretativa.
A las 8:45 de la noche, hizo su aparición en el escenario con una pantalla de fondo que simulaba una lluvia de estrellas, y lo hizo interpretando el tema “Truenos y silencios”, que da nombre a la gira que lo trajo de regreso a Quisqueya. Este concierto, producido por Big Star SD, continuó con su efervescencia, histrionismo y desdoblamiento al interpretar “Qué me pasa contigo”, “Si yo fuera mujer”, "Pensamiento y palabra" y “O tú o nada”.
"República Dominicana, qué feliz me siento de estar aquí después de tanto tiempo y saber que no me han olvidado. En este concierto, pasearemos por varias décadas y quiero verlos cantar", manifestó el artista, impecablemente vestido con una chaqueta blanca y pantalón negro.
Con esa promesa, emprendió su recorrido por los éxitos de los años 80, cuando su popularidad llegó a la cima. “En esa década ustedes me recibieron y pasaron cosas que nos hacen valorar el verdadero amor”, expresó antes de interpretar “Tratándose de ti”.
Continuó diciendo: “En ese tiempo, con la canción 'El sucesor', también nos dimos cuenta de que el primero no es el que llega a la piel, sino el que llega al corazón”. Al finalizar, se fundió en un entrañable abrazo con una señora del público.
“Mi problema eres tú”, exclamó, y añadió: "¡Uah! Esta canción de 1981 es muy fuerte para mí, y ustedes la cantan como si fuera nueva”. Luego siguió con “Te mataría” y “Respiraré”, la cual marcó el génesis de su carrera.
En su diálogo espontáneo, jocoso y reflexivo, dijo: "Se acaban las palabras para definir lo que uno siente por su pareja, pero podríamos decir que es un caudal de sentimientos". Con estas palabras, introdujo la canción "Te amo", original del italiano Umberto Tozzi, mientras en la pantalla se proyectaban corazones. “Este 'Te amo' es para ustedes”, manifestó sonriente el artista, quien desde varios años reside en un castillo medieval en Córdoba, Argentina.
La atmósfera cambió de tono cuando pronunció la frase: “Sereno estoy, quiero hablarte ahora sin rencor, no eres ya la misma que yo amé”, mensaje de una canción que, según afirmó, es muy solicitada en las redes, y que desde 1977 ha puesto a disposición de las parejas para que la escuchen en ese instante en que deben tener una conversación sincera el uno con el otro.
Intimidad con Dios
En este recorrido por su carrera, no podían faltar las canciones que elevan el espíritu y nos conectan directamente con Dios. En ese momento de intimidad, a ritmo de bachata, cantó el tema “Tengo un nuevo amor”. Vale destacar que con ese tema, el artista sorprendió con un cierre a coro, interpretado por los tres solistas de su orquesta, conformada por ocho artistas.
Inolvidable fue su interpretación de “Cómo no creer en Dios”, que en un popurrí mezcló el estribillo de la alabanza “Aleluya”, original del fenecido artista canadiense Leonard Cohen. En este momento, sus solistas volvieron a erizarnos la piel y estremecernos el alma.
El artista, que escribió un libro autobiográfico y trabaja en el rodaje de una película, reflexionó: “Cuando una puerta se cierra, muchas otras se abren. Por eso, debemos apostar a nosotros todo el tiempo”. Sin duda, con esas canciones conquistó a un público que afianza su vida en la fe en Dios.
El concierto continuó animado...
Como el repertorio del “Divino Rockmántico” es tan amplio, el público no paraba de solicitarle títulos. Así, cantó “Margarita”, que en lo personal nos causó mucha alegría porque a mi lado estaba sentada mi estimada colega Margarita Brito. Esta canción formó parte de la banda sonora de la película Salsa (1977), de la cual proyectaron varias escenas.
Su performance siempre se mantuvo en alto, gracias al contenido de sus letras y la fuerza de su interpretación, lo que le ha merecido 23 discos de oro y 11 de platino. “Bella sin alma”, que puso a todos de pie a bailar al compás de la música y de su vestimenta al estilo Elvis Presley.
Vale destacar que Wilkins se mostró muy cercano con el público, a quien le preguntó de qué lugares del país venían. A lo que le respondieron de Puerto Plata, La Vega, Pantoja; otros llegaron desde Tampa, Florida, y su natal Puerto Rico.
Con su imagen renovada, fresca y jovial, también bailó el merengue “Negrito del batey” con una joven. En reciprocidad, una señora le entregó un ramo de rosas. Posteriormente, cantó “El tornillito”, un tema que interpreta a dúo con Toño Rosario.
Su traje color naranja contagiaba a todos de alegría, más aún cuando dijo: “A mí me gusta el merengue apambichao”, frase de su icónico tema “El negrito del batey”. Luego siguió con la lambada “Llorando se fue” y la cumbia “Sopa de caracol”, dos temas que lo llevaron a la cima de la popularidad.
La alegría de los presentes, que provenían de Tampa, Florida, de su natal Puerto Rico, de Puerto Plata, La Vega, Pantoja y otras localidades del país, era tal que en tres momentos se despidió, pero tuvo que regresar al escenario para complacerles una vez más con la canción “Pero te olvido”.
“¡Gracias, República Dominicana, por este sueño hecho realidad hoy!”, exclamó al finalizar este concierto, en el que tuve la oportunidad de verlo en persona, primero en la rueda de prensa y al día siguiente, sábado 18 de enero, en el Teatro Nacional. Y tengo que confesar que a mí también me encandiló, como la luna en fase menguante descendente que iluminó nuestro feliz regreso a casa.