Madrid.- Durante siglos la literatura escrita por mujeres fue ignorada, minimizada o excluida de los cánones establecidos. Escribían en diarios íntimos, cartas personales, manuscritos ocultos o firmados con seudónimos masculinos hasta que un día fueron rescatadas y sacadas del anonimato, la mayoría después de su muerte.
Casos como los de la brasileña -nacida en Ucrania- Clarice Lispector (1920-1977), cuya obra se enmarca en sus experiencias de vida, y la francesa Anaïs Nin (1903-1977), considerada después como una de las más notables escritoras de literatura erótica femenina, ejemplifican también cómo estas temáticas fueron ignoradas o menospreciadas en su época.
Los contextos sociales que les tocó vivir hizo que muchas mujeres tuvieran que escribir bajo el anonimato, apunta Rosa Montero, quien destaca a EFE el caso de 'Las mil y una noches', en la que se nota "claramente la mano femenina".
"Algunos de esos cuentos son tremendamente machistas y otros muy feministas. Sin duda hay manos femeninas en muchas obras que han pasado a la historia como anónimos", explica.
Montero hace hincapié también en que muchos de los escritos de mujeres se perdieron para siempre y solo en casos excepcionales salieron a la luz, como ocurrió con Emily Dickinson.
"Fue su hermana quien encontró más de mil poemas después de su muerte y los hizo públicos (...) Pero eso fue una casualidad, la mayoría ni lo intentaron", agrega.
La escritora española apunta además a un "problema de historiografía" en la tarea de desempolvar la herencia literaria de las mujeres en el mundo, porque "ha habido escritoras medievales, poetas árabes, autoras de música también maravillosas que no las leemos ni escuchamos".
"Incluso fueron conocidas en su tiempo y pudieron ser hasta populares. Pero como decía la escritora italiana Daccia Maraini, cuando la mujer muere, muere para siempre", lamenta Montero.
Feixas incide en que el entorno social y la creación literaria siempre han ido fuertemente ligados, - "sería un error decir lo contrario" - y por eso el rescate de las autoras olvidadas ha sido posible en gran medida gracias al activismo feminista, iniciado en parte por Virginia Woolf (1882-1941) con su obra 'A room of one's own' ('Una habitación propia', 1929).
"Ella es la primera que tiene una visión moderna, porque atiende a las condiciones materiales de la vida de las mujeres para explicar por qué han escrito tan poco. Su libro es el que pone en marcha toda la crítica feminista", argumenta.
A eso se suma el hecho de que en el siglo XX en Occidente las mujeres cada vez tienen mayor formación, "lo que contribuye al rescate de escritoras del pasado", añade Feixas
Montero coincide con ella en que todavía "no hay una igualdad real", a pesar de que aparentemente cada día son más las mujeres que publican.
"Pero las cifras siguen demostrando lo contrario: se siguen publicando más autores hombres, alrededor de un 60%, y se les sigue premiando más. Tenemos todavía mucho camino por delante, pero hemos hecho también mucho", concluye.