INTRODUCCIÓN
Umberto Eco escribió un libro extraordinario, que tituló " El nombre de la Rosa". En este libro escribió que nada es eterno, que todo cambia, individuo y sociedad, y que ambos, viven entre el miedo y la risa. El miedo los contiene, lo esclaviza, la risa los libera, lo humaniza. Despiertos y dormidos, organizan su mundo, entre el miedo y la risa.
La vida es sueño, dijo Calderón de la Barca. Pero cada sueño es individual y distinto, depende de cada persona, de cada aspiración. El sueño, es pues, escritura, y hay muchas escrituras que sólo son sueños. Es una alegoría, claro, pero alegoría que nos dirije y nos conforma, entre el miedo y la risa.
El hombre moderno, del siglo XXI, globalizado, está lleno de miedos. Por ello ha terminado riéndose de sus propios miedos, metiéndole miedo a su propia risa. El miedo es contención, la risa su paliativo. Si no riéramos de nuestros defectos o debilidades, de la insipidez de nuestra carne, de la corrupción, de las distracciones del ser humano o de la licencia del borracho, seríamos más imperfectos.
Incluso la Iglesia, en su sabiduría, ha permitido el momento de la fiesta, del carnaval, de la feria, de la comedia, de la sátira y del mimo, que permite descargar los humores, tratando de evitar lo inevitable, que se ceda a otros deseos, a otras naturales ambiciones.
LA RISA TIENE LA MISMA ESTATURA SOCIAL QUE EL MIEDO
La risa es el amparo de los simples, el deleite de la plebe. Ya lo decía el apóstol: en vez de arder, casaos. En vez de rebelarnos contra el orden divino, reíd y divertíos con vuestras inmundas parodias del orden... Y al final de la comida, después de haber vaciado jarras y botellas, la risa os liberará del miedo a los demonios, porque borrachos, cuando el hombre se siente amo, el diablo parecerá pobre y tonto y por tanto controlable.
"Aristóteles decía que hay que valerse de la risa para desarmar la seriedad de los oponentes, para oponerse a la seriedad del miedo". Aristóteles enseñaba a deformar el rostro de la verdad con el teatro, para que nos convirtiéramos en esclavos de nuestros propios fantasmas. Tal vez la tarea más difícil de cualquier sociedad que estime a sus ciudadanos, consista en lograr que estos rían de verdad, lograr que la propia verdad ría, porque con tantas limitaciones humanas, quizás la mejor verdad consista en liberarnos de la insana pasión por ella.
LA VERDAD ES UN SIGNO
Nadie duda de la verdad de los signos, es lo único que tiene el hombre para orientarse en este mundo. Lo que no comprendemos muy bien - tal vez por eso vivimos creando hombres providenciales -, es la relación entre los signos, entre verdad y mentira, siempre de manos, siempre expectantes, entre miedos y risas.
El hombre siempre se inventará un nuevo orden en todo lo que hace. Un orden que imagina nuestra mente como una red, como una esclaera que se construye para llegar a algo. Pero después tiene que arrojar la red o la escalera, porque descubre que, aunque haya servido, tiene sentido temporal o simplemente carece ya de sentido: las únicas verdades que sirven son instrumentos que luego hay que arrojar.