Por Elizabeth Puig
Lunes 10 de febrero de 2014
Un sendero peligroso
Elisabeth Puig
No hay nada más peligroso que el establecimiento de un pensamiento único basado en un nacionalismo que se sustenta en falsas premisas. Por esta razón, es penoso que desde las más altas instancias del Estado y de la Iglesia Católica se siga confundiendo al pueblo mezclando conceptos como desnacionalización, migración, regularización y soberanía.
La simplificación que genera la idea de que todos los que no piensan como nosotros son unos traidores, vendidos a potencias extranjeras y no merecedores de ser dominicanos, no solamente es perversa y retorcida sino también una bomba de tiempo. Sin vacilación, nuestro Cardenal está proponiendo un nuevo concepto que sería el de la desnacionalización por el pensamiento, opción de tristes precedentes en algunos regímenes dictatoriales.
Le faltaba al Presidente la imagen de hombre guapo, macho, viril, decidido; más bien se le veía como esquivo, retraído, suspicaz, inhibido, en un país donde se supone que un hombre debe tener los pantalones bien puestos para responder a un credo que tanto daño le ha hecho y le hace a nuestra sociedad.
En una envalentonada improvisada, una bravuconada en el lugar inadecuado, el jefe del Estado hizo subir sus bonos entre sus compatriotas como nunca antes. "Un discurso para la historia en defensa de los sagrados fueros de la Patria", le ha dado más brillo a su imagen local que el golpe de la Barrick y sus salidas dominicales. Sin embargo, el presidente olvidó que, como lo decía Einstein, "el orgullo más barato es el orgullo nacional, que delata en quien lo siente la ausencia de cualidades individuales".
Sin contrapeso político, la acumulación de los poderes judicial, legislativo y ejecutivo en un pequeño equipo restringido; el control y autocontrol de la prensa; el apoyo de los sectores más conservadores del empresariado y de lo más rancio de la Iglesia Católica, se sustentan en la ausencia de un pensamiento claro y en el desconocimiento de parte de las grandes mayorías sobre temas tan delicados como los que están en juego con la sentencia 168-13 del Tribunal constitucional.
¿Qué pasará luego de la emotiva exposición del presidente, cuando la palabra final la tenga la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, ya que por obra del ex presidente Fernández, en un acto de soberanía, la República Dominicana ratificó la Convención Interamericana de los Derechos Humanos y reconoció la competencia de esta corte?
¿Qué pasará en el Examen Periódico Universal de las Naciones Unidas (EPU), que tendrá lugar esta semana en Ginebra?
¿Cómo explicar que para establecer la regularización de los extranjeros es necesario despojar de su nacionalidad a millares de dominicanos?
¿Cómo justificar que personas a las que Estado dominicano otorgó documentos a lo largo de más de 80 años y reconoció desde entonces como dominicanos se les dice ahora que ellos no lo son?
¿Cómo hacerle entender al resto del mundo que nuestro sistema jurídico creó el concepto de un "tránsito" que se extiende por décadas?
¿Cómo explicar que usted no crea apátridas cuando dice que miles de personas están reclamando una nacionalidad que nunca tuvieron, a pesar de haberles otorgado los documentos que les reconocía esta nacionalidad?
Más sentido común y apego a la Constitución parecen tener los entrevistados por la empresa Gallup para el diario Hoy. El 58 por ciento dice que las personas nacidas en territorio dominicano son dominicanas, aunque sus padres no tuviesen permiso legal de residencia en el momento de su nacimiento. Alienta saber, en estos tiempos de pensamiento único, que la mayoría de los dominicanos no comparte la aberración jurídica del Tribunal Constitucional.