Ingrid Inmaculada te bautizaron
Nada más Ingrid te nombramos
Gran día aquel –no lo recuerdo-
Regalo del cielo, te conocimos.
Infinitamente fiel, sincera
Desde entonces fuiste entrañable amiga.
Íbamos contigo a Constanza el valle
No sé cuántas veces a la playa Boca Chica.
Momentos innombrables en tu compañía
A través del tiempo. Del pupitre a la madurez,
Caminamos por la vida conversando
Una que otra tarde frente al mar,
Lo mismo por el Conde, en nuestra casa, la tuya.
¿Alguna vez lo pensaste?
De tan bonita amistad, en hermana
Así de natural, te convertiste.
Ahora, por costumbre de tu cercanía,
Locura tu expiración engendra.
Muda inconsistencia, la mente
Ondea confusa. Y sin embargo
Nada ha de ser diferente.
Todo lo externado, lo compartido
En nuestro ser profundo perdura.
¡Nos unen tantos recuerdos!… Pero sin verte,
U oír tu melodiosa voz jamás... ¿Quejas?
Ñoñerías del espíritu resultan. Porque
Oh, ninguna duda Ingrid, subsistes…