En otro sitio, dentro de pechos lejanos, se aceleran los latidos.
Pechos enfundados en blanco y tacones repiqueteantes salen por portones de cristal. Notas musicales de un floreo.
Se agitan los latidos de pechos lejanos.
Pechos enfundados en blanco y embandados y tacones repiqueteantes desaparecen detrás de pequeñas puertas metálicas negra. Unas gomas de caucho ruedan apresuradamente.
Se abre una verja y escuchamos notas de floreo.
Latidos en pechos lejanos se incrementan.
Brazos cubiertos de telas blancas levantados. —¡Juramos! — Flashes.
Tacones, tacos y voces marciales parecen ponerse en movimiento.
Más latidos en pechos lejanos.
Un sacerdote, como en letanía, repite pasajes del misal romano.
En un parlante se escucha una timbrada voz: ¡Decreto uno!
No se escuchan bien, quizás por la bulla, los latinos en los pechos latientes. En cambio, sí la sirena de varias ambulancias.
Un paramédico habla con frialdad y asombrosa indiferencia:
—¡Que un cardiólogo también espere en emergencia, creo que tenemos un infartado!