Con profundo fervor patriótico y espíritu de gratitud, la Armada de República Dominicana conmemoró el 181.º aniversario de su fundación con una solemne ceremonia religiosa en memoria de los hombres y mujeres que, a lo largo de casi dos siglos, han consagrado su vida al servicio del mar y de la Nación.
Santo Domingo.- La Iglesia Nuestra Señora del Amparo, ubicada en la Base Naval “27 de Febrero”, se convirtió en escenario de recogimiento y esperanza, donde se ofició una emotiva eucaristía y se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas de la tragedia ocurrida en el centro de entretenimiento Jet Set. Desde su nacimiento, el 27 de febrero de 1844, la Armada de República Dominicana ha sido firme centinela de nuestras costas, baluarte de la soberanía nacional y protagonista de las páginas más honrosas de nuestra historia naval.
La ceremonia fue presidida por el Ministro de Defensa, teniente general Carlos Antonio Fernández Onofre, ERD, acompañado por el comandante general de la Armada, vicealmirante Agustín Morillo Rodríguez, ARD, y su distinguida esposa, señora Rosa Amelia Sánchez de Morillo. Asistieron también miembros del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas, el director general de la Policía Nacional, el presidente de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), miembros del Estado Mayor Coordinador Naval, autoridades civiles y policiales, representantes del cuerpo diplomático acreditado en el país e invitados especiales.
Durante su homilía, el Obispo Castrense de la República Dominicana, monseñor Francisco Osoria Acosta, exaltó el legado de sacrificio, lealtad y vocación de servicio de los marinos dominicanos, al tiempo que resaltó la providencial coincidencia de esta celebración con la Semana Santa, tiempo de recogimiento espiritual que rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, símbolo supremo de entrega redentora.
Al concluir la solemne eucaristía, frente al Monumento a los Marinos Caídos en Cumplimiento del Deber, se llevó a cabo el encendido de la Lámpara Votiva, acto profundamente simbólico y colmado de gratitud, que rinde tributo imperecedero a los héroes navales que ofrendaron su vida por la Patria, por el honor naval y por la defensa del azul inmenso que resguarda la soberanía nacional. Cada llama encendida al pie de este sagrado monumento representa el espíritu inmortal de quienes surcaron nuestros mares con valentía y lealtad, recordándonos que su legado perdura en cada misión cumplida, en cada juramento renovado y en cada nueva generación de marinos que abraza con orgullo el sagrado deber de servir a la Nación.
La Armada de República Dominicana reafirma así su indeclinable compromiso con la defensa de la soberanía, la protección del territorio marítimo y la preservación de la memoria histórica de quienes hicieron del deber su destino.