La semana política que empieza
Sigue el salto de obstáculos: ahora, Panamá
viernes 18 de octubre de 2013, 15:15h
Desde luego, no seré yo quien critique por
inservibles las 'cumbres' iberoamericanas (veintidós en total) celebradas hasta
ahora en distintas capitales de América Latina, España y Portugal. El simple
hecho de congregar, con el Rey de España como indiscutible 'primus inter
pares', a dos decenas de jefes de Estado de naciones iberoamericanas en torno a
una mesa para debatir problemas puntuales, y buscarles solución -aunque esas
soluciones no siempre lleguen--, es ya un éxito. Un éxito que, a trancas y
barrancas, se ha prolongado durante veintidós años, y que se inició con el
lustre y esplendor de aquellos fastos conmemorando el 500 aniversario del
Descubrimiento. Eran tiempos de despegue. Eran otros tiempos. Ahora, vivimos
una era de cambios profundos, que, entre otras muchas cosas, afectan
directamente a la 'cumbre' que se inaugurará en Panamá el próximo viernes. Ni
las relaciones políticas y económicas de España con América Latina son las
mismas, ni el Rey va a estar presente y ha habido que buscar un encaje al menos
digno para realzar la presencia del Príncipe, que no puede figurar ni siquiera
como uno más, puesto que no es jefe de Estado, y será Mariano Rajoy quien
ostente la máxima representación española.
En efecto, los tiempos cambian tanto que ha
sido Don Felipe quien ha presidido, por primera vez desde hace treinta y siete
años, la parada militar del 12 de octubre, jornada de la fiesta nacional, antes
llamada 'de la Hispanidad'. El Rey, doliente, se tuvo que conformar con ver el
desfile por la televisión desde su lecho convaleciente y con enviar un mensaje
que leyó su hijo ante los congregados en la tradicional recepción de este día,
festivo entre los festivos. Ya en la 'cumbre' iberoamericana del pasado
año, celebrada en Cádiz, el Monarca advirtió a todos que "tendría que pasar por
el taller" y someterse a una operación que, en realidad, iba a ser la primera
de una serie. Lo menos que puede decirse es que ha sido un año no demasiado
bueno para la salud del titular de la Corona, que, no obstante, se resiste a
iniciar cualquier movimiento relacionado con una abdicación, incluso a medio
plazo.
Aseguraban algunos, pese a los desmentidos
oficiales, que el Monarca incluso se planteó la posibilidad de acudir, siquiera
por unas horas, a esta 'cumbre' panameña, alegando que jamás ha faltado a esta
cita, que es la principal en la agenda diplomática española y que, básicamente,
financia España. En todo caso, estaba claro que el Rey no está lo
suficientemente recuperado como para emprender un viaje de diez horas y que el
jefe del Estado español, que el 5 de enero cumple 76 años, necesita descanso,
por mucho que le queme su inactividad recluido en La Zarzuela. Será el
Príncipe, que, también en enero, cumplirá cuarenta y seis años, quien acompañe
al presidente Rajoy a una cita iberoamericana que, esta vez, tiene menos
contenido que nunca y que se ve agobiada por problemas internacionales de
calado, entre los que la parálisis de la Administración Obama, el 'vecino del norte',
por el veto presupuestario republicano, no es precisamente el menor.
Si el año ha sido malo para el Rey, estimo
que ha sido bastante bueno para su heredero: ha cumplido a la perfección sus
funciones -memorable su discurso presentando la candidatura olímpica de Madrid
en Buenos Aires--, se ha prodigado para lograr que los españoles le conozcan
algo mejor, ha mejorado su cotización en las encuestas y ha saltado limpiamente
sobre los rumores de presuntas, quién sabe si inventadas, desavenencias matrimoniales.
Es un Príncipe listo para tomar el relevo en el trono de un país que le
observa, que se convulsiona como Estado y al que las naciones europeas y
latinoamericanas miran no sé si con desconfianza o aún con esperanza.
Soy de los que opinan, y el papel al que se
obliga al Príncipe en esta 'cumbre' de Panamá lo demuestra, que hay que
proceder ya a un relevo en la cabeza de este Estado, elogiando y recompensando
los sin duda magníficos servicios que el Rey ha prestado a los españoles. Pero
no puede ser que cada fasto -12 de octubre, 'cumbre' de Panamá, aniversario de
la Constitución, Pascua Militar...-- se convierta en un problema protocolario y
en un trágala para ese hombre, aún joven pero ya no tanto, llamado a ser el
futuro Felipe VI. Hay quien dice, con cinismo y exageración, que el principal
cometido de un Rey es pasar revista a las tropas marcialmente. "Esto", me decía
un alto jurista durante la recepción del pasado sábado en el Palacio de
Oriente, "parece ya una carrera de obstáculos para la Corona".
Panamá, una 'cumbre' que marcará el inicio
de modificaciones sustanciales -quizá en la cabeza de la Secretaría Genera
Iberoamericana, desempeñada con acierto hasta ahora por un más que octogenario
Enrique Iglesias; seguramente también en la periodicidad de estos actos, que
pasarán a ser bienales--, va a ser el siguiente obstáculo en la carrera: va a
haber muchas, demasiadas, ausencias significativas, y la 'marca España' tendrá
más dificultades que nunca para dejarse sentir. ¿Tiene Don Felipe, el prudente,
algún plan secreto para brillar con luz propia, para saltar sin dejarse
jirones, este obstáculo?¿Cooperarán a este buen fin los aliados
latinoamericanos que asistan -los otros ya se sabe que no asisten-a la
'cumbre'?