El común denominador de los artistas es su experiencia
neoyorkina, sean o no oriundos de la ciudad
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Obra de la escultora neoyorkina Grabiela Salazar |
La Bienal del Museo del Barrio se inaugura hoy en Nueva York
Por EFE
miércoles 12 de junio de 2013, 10:04h
El
Museo del Barrio presenta las obras de 37 artistas que viven y trabajan en el
área metropolitana de Nueva York en la séptima edición de su Bienal, que abre
este miércoles. "La Bienal 2013: Aquí es donde saltamos", que estará
en exhibición hasta el 4 de enero de 2014, muestra el trabajo de artistas
filipinos, puertorriqueños, mexicanos, argentinos, colombianos o cubanos, entre
otros, con variado trasfondo y proceso creativo.
"Lo
más interesante de estos artistas es que la gran mayoría nació en EE.UU. de
padres o abuelos inmigrantes y sienten que con su trabajo contribuyen a la
historia del arte contemporáneo de este país", dijo a Efe Rocío
Aranda-Alvarado, comisaria de la exhibición. "A los artistas les une que
viven y trabajan en Nueva York y tienen una experiencia urbana neoyorquina
contemporánea", argumentó Aranda-Alvarado, que contó con la colaboración
del comisario filipino Raúl Zamudio, que reside en la Gran Manzana.
La muestra
colectiva está integrada por pinturas, esculturas, dibujos, vídeos, fotos,
instalaciones y "performances" entre las que se destaca la del
filipino Eric Ramos Guerrero, con una simulación de una estación de radio de
música Hip Hop y R&B de California, donde vivía antes de radicarse en Nueva
York.
De acuerdo con la comisaria, la idea de la bienal "fue tratar de
armar un cuento muy completo de cuáles son los materiales que están usando los
artistas y las historias que están contando" con su trabajo, como el de la
escultora neoyorquina Grabriela Salazar, de origen puertorriqueño y español. En
la Bienal se ha instalado parte del estudio de Salazar, una pared y mesas, y se
muestran varias de sus obras, lo que, de acuerdo con los organizadores, acerca
más al público al proceso creativo del artista. Salazar utiliza materiales no
tradicionales, como una alfombra de baño o espuma para crear esculturas.
Una de
las piezas que más impresionó a Aranda-Alvarado es "Khinatown", del
puertorriqueño Ignacio González Lang, quien usó un uniforme negro de un guardia
de seguridad del Ku Klux Klan para crear su obra. "Supe del artista por un
correo que me envió un coleccionista desde Alabama que había comprado una de
sus obras", explicó la comisaria, que agregó que, tras comprar el uniforme
por internet, González Lang envió la prenda a una mexicana, quien aprendió el
trabajo del bordado de su abuela. "La cantidad de los bordados en la pieza
equivalen al número de trabajadores indocumentados que viven en Nueva York. Es
un objeto muy impresionante que une dos historias que parecen ser separadas
pero tienen mucho que ver: la de los afroamericanos y la de los nuevos
inmigrantes, que han vivido bajo opresión muchos años" en EE.UU, destacó.
El
tema político no escapa a la Bienal. Ramón Miranda Beltrán utilizó material de
periódicos, documentos antiguos e imágenes para crear una pieza que hace
referencia a la Guerra Hispanoamericana de 1898 y el posterior Tratado de París
por el cual España perdió sus últimas colonias de ultramar (Cuba, Filipinas,
Guam y Puerto Rico). Cuba está representada en la Bienal por cuatro artistas,
entre éstos Pavel Acosta con "Wallscape", a quien el museo pidió que
reprodujera una de las obras de la colección permanente en la pared de una sala
de exhibición.
Acosta, que hace dos años emigró a Nueva York, retiró varias
capas de pintura de la pared y, con la técnica de "collage" creó la
réplica de la obra del dominicano Manuel Macarulla. Este trabajo tiene como
precedente su serie "Pintura robada", que realizó en Cuba en 2008, en
la que literalmente robaba pintura y otros materiales de lugares públicos para
usarlos en su trabajo. "Esta pieza es parte del proceso de mi adaptación a
EE.UU. y una reflexión del museo como institución. Es el trabajo más importante
que he hecho", dijo Acosta.
De acuerdo a la comisaria del museo, Chus
Martínez, a los aristas les une "su sentimiento de entender perfectamente
la historia del arte de la que vienen, entender que la práctica contemporánea
es heredera de todas las prácticas conceptuales, y por otro lado, un
desentenderse de todas esas prácticas conceptuales y llevarse el arte
contemporáneo a lugares donde normalmente no se ha visto".