Un cóctel muy distinguido con acento francés.
"Delirio" una exquisita combinación de postres y panes
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Ana Amelia Barretto, Nelly Azar y Javier Martinez
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Janelle Arenas, Stephen Tiernay y Paula Lama
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Claire Machado y Jasmin Abu Naba'a
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La buena cocina siempre ha estado de
moda. Nelly Azar lo sabe muy bien. Su preparación académica consta de varios
diplomados, laboró de la mano del chef Miguel Ángel Quezada, quien fuera
discípulo del aclamado Alain Ducasse, además de ser egresada de Le
Cordon Bleu, la escuela de Gastronomía Francesa más popular del
mundo. El "love story" por los platos, se remonta a su infancia. Sus
creaciones, aparte de ser un espectáculo visual, le hacen la boca agua a
cualquiera. Un banquete que deja satisfechos a los paladares más exigentes.
Estos factores, como si fueran los ingredientes de una receta perfecta,
conspiran entre sí, para dar origen a Delirio.
"Mi principal inspiración cuando
preparo un plato, es agradar a los demás con cariño y amor", expresó Nelly
Azar, al darles la bienvenida a los invitados, y luego agregó, "me da
satisfacción elaborar los dulces por los que uno siente delirio". Por esta
razón, el nuevo establecimiento está especializado en pastelería y postres
franceses, y una variedad de panes artesanales, con todo el encanto de lo hecho
en casa y acabado de sacar del horno. Los amantes de los postres
dominicanos, serán seducidos con ese inigualable sabor de lo nuestro,
masa y suspiro tradicional, sin olvidar los icónicos cheesecakes y cupcakes,
deliciosos representantes de la cultura americana.
Los presentes pudieron apreciar las
hermosas instalaciones de Delirio, donde además se ofrecen caterings para
eventos y clases de cocina, en una velada inspirada en las crónicas de María
Antonieta, cuya pasión por los bizcochos era una leyenda, que se trasmitió de
boca en boca.
El cóctel transcurrió en un ambiente
muy distinguido, entre canapés y una exquisita variedad de postres, porque al
igual como rezaba la original invitación, escrita a mano, a veces la pasión no
obedece a la razón ni a la propia voluntad; y ese estado delirante puede
hacerte, dulcemente, perder la cabeza.