Antes
de la revolución de 1959 el comercio callejero era uno de los sellos de la
capital cubana.
Del pasado al presente: vuelven los vendedores ambulantes a La Habana
Por EFE
lunes 02 de septiembre de 2013, 10:14h
"¡Galleta,
galletero!", "!Aguacate, aguacatón, para todo el familión",
gritan por los barrios algunos de los nuevos mercaderes, que según datos
oficiales acaparan más del cinco por ciento de las licencias de trabajo
autónomo entregadas en Cuba desde que el Gobierno impulsó el sector en 2010. "Es igual que antes de la
revolución, vas pregonando toda la mercancía, día tras día", dijo a Efe
Lázaro Rodríguez, un jubilado de 70 años que en su adolescencia trabajó como
vendedor callejero y ha vuelto al oficio con licencia de
"carretillero".
Dulces,
escobas, sartenes, frutas, desinfectantes, pan y flores, son algunas de las
ofertas que pregonan los nuevos vendedores ambulantes por las calles de La
Habana, donde ese tipo de comercio se expande como modo de vida con los cambios
económicos que ocurren en el país.
"¡Oye caserita, mira cómo vengo: traigo
mango, piña y plátano suave y fresco pa ti!", entona otro vendedor en una
barriada donde vecinos comentaron a Efe que esos cantos fueron típicos en los
años antes de la revolución de 1959, cuando el comercio callejero era uno de
los sellos de la bulliciosa ciudad.
Tras la revolución, la venta ambulante fue
prohibida por largos periodos y cargó con el estigma de ser una puerta abierta
para el mercado negro y los vendedores ilegales. En la década del sesenta
desapareció, cuando el Gobierno revolucionario eliminó los pequeños negocios.
En los noventa proliferó con la nueva autorización del trabajo privado, y en
los últimos tres años, tras las nuevas medidas económicas del presidente Raúl
Castro para "actualizar" el socialismo cubano, ha vuelto a florecer.
Durante
años, muchos de los vendedores en las calles eran discapacitados físicos que
tenían autorización para ofertar productos artesanales en parques y portales. En
varias ocasiones las autoridades informaron de redadas porque personas
"inescrupulosas" utilizaban a los autorizados para vender sus
productos ilegales.
Actualmente el listado oficial de actividades permitidas al
sector privado incluye la venta "ambulatoria" de comida, bebidas no
alcohólicas y productos agrícolas, aunque también se está admitiendo la de
"artículos varios" para el hogar. Por las calles se dejan ver ahora
los típicos comerciantes de cucuruchos de maní (cacahuete), a los que se han
sumado los de churros, helado, pan, tamales, productos de limpieza, cazuelas,
exprimidores de cítricos, cubos, cafeteras y coladores, entre otros productos.
Trabajan empujando
pequeños carros de mercancía, sobre bicicletas con vitrinas de cristal y
neveras para la comida, o cargando sus artículos en bolsos o sobre la espalda. "Es
igual que antes de la revolución, vas pregonando toda la mercancía, día tras
día", dijo a Efe Lázaro Rodríguez, un jubilado de 70 años que en su
adolescencia trabajó como vendedor callejero y ha vuelto al oficio con licencia
de "carretillero".
Rodríguez, quien durante décadas administró
bodegas estatales, explicó que el negocio "da para vivir normalmente, sin
lujos" y opinó que lo más incómodo son los inspectores. Los
"carretilleros" impulsan carretones de frutas, viandas y vegetales
por las barriadas, con paradas a la sombra, y quizás sean los más conocidos y
polémicos de todos los ambulantes.
Según datos oficiales de 2012, la urbe tenía
más de 3.200 de esos vendedores, inicialmente muy criticados por sus precios,
por obstruir el paso en las avenidas y hasta por "afear" la ciudad. Las
autoridades de Trabajo de La Habana informaron entonces sobre reuniones con
ellos para "promover orden y disciplina" en su gestión.
Por otra
parte, a inicios de este año las autoridades de Salud Pública anunciaron asimismo
medidas con los vendedores en general, y dijeron que serían
"exigentes" con esos que entran a las instalaciones médicas ofertando
desde alimentos hasta celulares.
Pero los comerciantes ambulantes de La Habana
también venden servicios, y hasta compran. Por ejemplo, están los reparadores
de todo tipo de artefactos -como colchones, cocinas y ventiladores- y los que
se ofrecen para comprar a buen precio frascos vacíos de perfumes "de
marca", botellas, relojes rotos, u oro.
"¡Se compra cualquier
pedacito de oro!", es el sorpresivo pregón que apareció un día en la
ciudad, y que se ha convertido en frase popular y motivo de broma entre muchos
cubanos. La legalidad de esa y otras prácticas está en tela de juicio, y a
algunos ambulantes se les considera "revendedores ilegales".
El
paisaje lo completan algunos vendedores de paso que se ubican en portales y
esquinas con objetos de uso (zapatos, juguetes, libros, artículos de
ferretería), y que en su mayoría son jubilados que buscan algún ingreso extra.